martes, 30 de junio de 2020

"Las vías del tren", expandido y corregido. Ejer. Nº21 bis


(Este relato lo preparé para el breve curso en streaming de Barbara y Kike por la Universidad de Valencia. Como me di cuenta de que había tiempo para la entrega de este deber decidí re-escribirlo con más cuidado y menos ansiedad. Es lo que cuelgo ahora, olviden el otro que fue hecho de apuro) 

Las vías del tren (v4.2)

Siempre me gustaron los autos. No pude llegar al BMW 330i coupé, ¡qué goma! Entonces me decidí por un coche de colección, nada de autos comunes. Al menos me verán como un excéntrico y no como el desgraciado que dio el braguetazo con la hija del estanciero. Un Fiat 600 restaurado es ideal, ágil en ciudad, chiquito para estacionar, gasta poco, fácil de reparar; el querido fitito que usó tanta gente. Es llamativo y a la vez accesible para el bolsillo de un empleado de barraca de frutos del país como yo, aunque el dueño sea mi suegro. Me decidí por el 600R que se armó hasta 1978. Aún lleva el motor de 767cc derivado de la serie original de 1955. Al principio me tenían cansado con lo de que un gordito como yo se sentiría apretado en esa miniatura. No me resulta incómodo, cuando salgo con mi mujer somos sólo ella, que es menuda, y yo. Usamos el asiento de atrás para llevar cosas. Me gusta que la gente nos mire; no hay 600 tan llamativo como el mío. Creo que le importan más los autos que yo. Al 600 lo terminó de restaurar él mismo, no quiero pensar el tiempo que le llevó y ni la guita que tiró. Con menos se habría comprado un Golf cero ka. Ahora se consiguió un MG TC del 48 que parece chatarra; dice que cuando lo termine valdrá una fortuna. Él allá con sus cosas, yo con las mías. El fitito me importa un bledo, si tengo que hacer viajes largos le pido la Hilux a papá; total tiene tres: una para él, otra en el campo y la de la barraca. Además, cuando va a la estancia no las usa, prefiere volar con la Cessna. 

Nunca supe por qué terminamos así, cómo me enganchó. Seguramente fue por su personalidad avasalladora. Me resultaba admirable; lo organizaba todo, yo casi no tenía ni que pensar. Apreciaba su carácter, era como el de un administrador de estancia capaz de manejar 20 gauchos con más autoridad y soltura que una maestra un grupo de niños pequeños. Tenía todo calculado al minuto: dos horas de intimidad, de inconmensurable placer, un café en un lugar discreto para contarnos las novedades de los días recientes. Yo me sentía fascinado, una amante espectacular y, a la vez, un ser sagaz cuya inteligencia y astucia eran ilimitadas. Hace pocos días terminé el perfume Azzaro que venía usando desde tiempo atrás. Opté por un cambio, estoy estrenando el Givenchy Insensè Ultramarine, más fresco, con reminiscencias marinas, más veraniego. No me había pasado antes con ella, hoy noto su perfume. Le pregunté qué usaba. Mirá que sos tonto, uso el mismo Azzaro que vos. ¡Ay mi tontito, mi mino divino!, estabas acostumbrado a esa fragancia y no te dabas cuenta. Me da veinte vueltas, se las sabe todas, de ahora en adelante tendré que usar el mismo Insensé que vos y verás como no te llamará la atención cómo huelo. Me gustás así, no te despabiles mucho, sos adorable. Siempre tiene todo bajo control. Un día se quedó a pasar la noche conmigo, el gordo había ido a revisar unos lotes de lana en Tacuarembó. Me hizo levantar bien temprano para llevarla de vuelta a su casa. Bajó una cuadra antes en una feria del barrio. Llevaba dos bolsas de tela grandes, me extrañó. ¿No te das cuenta que no puedo llegar al edificio así como así en la mañana de un día cualquiera? Si los vecinos me ven volver con bolsas de feria llenas de frutas y verduras sabrán que fui temprano para conseguir lo mejor. No me gusta que me considere su mino pero me maravillaba su personalidad apabullante, su creatividad ilimitada.

A pesar de que es la mañana de Nochebuena no hay casi tránsito por estas zonas rurales. El 600 anda como un reloj suizo, ¡qué redondo que suena el motorcito! La pintura rojo Burdeos le da clase, por eso lo miran tanto. El resto me quedó de fábrica, tengo todo al repelo. Está nublado y la temperatura sigue agradable, llevo las ventanillas bajas. Con el brazo izquierdo afuera manejo más cómodo. Voy a lo de Eleuterio Santos Camejo, qué nombres raros usan en campaña. Le pedí hace unos días un lechón mamón de hasta 7 k y un cordero de leche. Los voy a asar muy lentamente a la brasa de coronilla. Por suerte el viejo acopió bastante leña en el parrillero; si no usás coronilla el asado no tiene gusto, no es uruguayo. Los porteños nunca podrán igualarnos en la parrilla; son unos boludos, usan carbón. Empezaré temprano pues el lechón me va a llevar 6 horas si lo quiero hacer bien; ahí se ve al buen asador. Con tal de chupar y morfar de arriba vendrán parientes y amigos a roletes. Por si les pareciera poco el lechón y el cordero, tengo pensado meter en la parrilla unas tiras de asado de novillo, vacío y pulpón de prima que me consiguió el vasco Inzalrraude; chorizos de rueda y comunes de La Constancia, salchichas parrilleras, cantimpalo, morcillas dulces de piñones con pasas y naranja de Kali; morcillas saladas, hígado y seso a la tela, chinchulines, chotos, pamplonas de pollo de La Florida, ubre, riñones, papas y boniatos al plomo, y morrones rojos. Tengo un bollón de putapariós verdes en vinagre para los valientes. La vieja hará las ensaladas con de todo, tendremos unas entraditas para el copetín incluyendo los famosos huevos rellenos que hace mi mujer. Tampoco pasarán sed, yo mismo fui a buscar con el fitito varias cajas de tannat del bueno a la bodega de los bigotudos, los Pisano. Es que festejamos Navidad en el quincho de mis suegros en Carrasco.

Mi yerno se piensa que no me doy cuenta de las cosas. Está bien, fue mi hija la que se casó y me importa un carajo que no tenga nada. Hay más que suficiente para todos incluyendo al boludo de mi otro hijo, el menor que las va de intelectual y se fue a vivir a San Francisco. Parece que el campo le da vergüenza pero bien que le gusta recibir unos buenos miles de dólares todos los meses. Mi hija es diferente, es ella la que lleva los güevos que le faltan al otro. En fin, así lo ha querido el destino y yo no los voy a cambiar. Cuando lo conocí era rellenito, todavía no le decíamos el gordo, pero ahora se pasa de comilona en comilona con sus correspondientes chupindangas, un día va a reventar. Sólo le importan los autos y comer. Es buen loco igual, pero no me explico cómo mi hija, una verdadera hija de puta por su brillantez se fue a clavar con él. Está bien, que cada uno haga de su culo un pito, es mi hija y siempre será mi hija. Ya es grandecita y sabrá lo que hace. El viejo es un tirano, pero cuando chupa, y se chupa todo, empieza con Royal Salute y termina con caña con butiá, me cae bien. Sé que me aprecia porque no me mando la parte de nunca visto; soy medio rural como él. Me gusta ir lo de Santos Camejo; me invita con vermut y aprovecho para chamuyarme a su hija Rosa Inmaculada. Ojalá el Eleuterio no sé dé cuenta de que le estoy arrastrando el ala, la chinita está divina. En visitas anteriores me percaté de que me jalbeaba de cotelete para que el jovie no lo notara. Un día haré que voy a inspeccionar unos lotes de lana por la zona de Polanco, un poco más allá del Tala y, como quien no quiere la cosa pararé en el almacén y bar de don Eleuterio. Me iré con la Hilux doble cabina de la barraca. La invitaré a que me acompañe y ... ¿quién te dice que me la pueda voltear por algún monte? Vale la pena, la chinita está que rompe las piedras. El almacén queda a unos 90 km, en zona de cuchillas pasando el Tala. No hay carreteras, son caminos rurales buenos. Las vías se cruzan por pasos a nivel sin barreras, sólo un boludo tendría problemas, ya casi no corren trenes.

Fijate que entre que sale de la ciudad y empieza a recorrer los caminos para llegar a lo de Santos Camejo, cuidando al puto 600 como si fuera de cristal, no pasará de los 70 u 80 kph. Volverá por la una de la tarde. Podemos relajarnos mucho mi mino, mi divino. Nunca me gustó que me llamara su mino pero la pasaba bien y achicaba mi soledad. Claro, ser mino no es una relación de pareja como yo la entendía. Sé que la mayoría de los hombres se agencian alguna mujer como mina, siento que me está pasando eso a la inversa. Sos un aburrido ¡despertate de una vez! ¿Por qué todo tiene que ser tan profundo, tan transcendental? No le busques pelos al huevo. La pasamos de maravilla así, no lo estropees con sentimientos utópicos. Los amores de los que me hablás son inasibles, lo verdadero es gozar todo lo que se pueda mientras se pueda. Nunca sabía qué contestarle, seguro que tenía razón, buscaba un no sé qué en mi corazón distante, vacío pero lleno de luminosas ilusiones quizás inalcanzables, mientras, me perdía lo bueno que estaba allí, al alcance de la mano y de otras partes de mi cuerpo. Minas, minos, tontos; qué paradoja, los siento como términos intercambiables. Probablemente, las dos primeras especies sacarán su tajada, los últimos no, si no dejarían de serlo.

¡Cómo rompe el celular! No voy a contestar, ni siquiera lo miraré. Hoy pasamos de película, de éxtasis en éxtasis. Mi mino está tan bueno que se parte. Además, no toma alcohol ni fuma, así de simple. Qué bueno, no tengo que contrarrestar olores sospechosos. Por eso uso permanentemente el Azzaro; cambiaré esta semana por el Givenchy. Otra vez el puto celular, no para más; sigue y sigue sonando. Lo apagaré, puedo decir que lo olvidé en el gimnasio. Al vernos temprano en esa mañana nublada y no muy calurosa de diciembre habíamos tomado un café con charla como tantas otras veces. Luego, al estar ya solos nos envolvimos en fogosos abrazos que casi dolían, nos dimos besos interminables como si el fin del mundo estuviera al acecho. Hoy lleva ropa de gimnasia, así parecerá normal que tenga el cabello mojado cuando vuelva, es una crack. Al irnos nos besamos con complicidad, abrazos tiernos, los de despedida, el hasta la próxima con el acostumbrado: “me llamás, ¿no?”  Nos volvimos a juntar antes de fin de año. Ella no quiso hacer el amor, nos quedamos en el bar, algo que no había sucedido nunca, era muy raro. Pero es que no tengo ganas; no, no, no … no es que no te desee, no estoy de humor para eso. No te conté aún que las llamadas que no atendí en la mañana de Nochebuena habían sido para informarme que un tren había embestido al 600. El gordo murió instantáneamente. Su idolatrado autito quedó como una lata de sardinas aplastada; los bomberos sacaron trozos del lechón y el cordero junto a los restos de él. Andá imaginándolo y me entenderás, ¿verdad? Le di unos muy prolongados, quizá afectivos pero poco apretados abrazos. No eran de amante, eran de condolencia. Nos dimos cortos besos suaves, estaban aún húmedos. 

Nunca más me llamó, tampoco la busqué.

Valencia, 29 de junio de 2020.

martes, 23 de junio de 2020

Fruta madura



¿Te acordás cuando nos conocimos Helena? La primera vez que te abracé sentí que éramos juncos en un rio en calma ¿Te acordás cuando fuimos al bosque y jugué a picarte los pezones con las hojas espinosas de los pinos? era un mundo de besos hambrientos, de lenguas danzarinas. Recuerdo la humedad del camino en tren a Madrid, el vuelto que se quedó el taxista mientras nosotros corríamos a desnudarnos en un cuarto de hotel.
Cuando me querías, Helena, las noticias yo las escuchaba del “eclipse de mar”, buscaba en los pocillos de café “tus huellas de carmín”, intentaba recrear tu olor a cigarrillo recién liado. Pasé muchas tardes viendo orquídeas y plantas carnívoras en el jardín botánico, contando los kilómetros que me faltaban para volver a verte.
Te odie tantas veces, Helena. Tu mal humor de la mañana, esa obsesión que tenés por planear el día de todos los que estamos en la casa, esa manera de quererme con comida. Ahora mírame, Helena, tengo el alma en los huesos y vos una boca de fruta madura.
Que si te quiero me preguntaste ayer, con los ojos vidriosos y los labios fruncidos. Te quiero Helena. Te odio de tanto que te quiero.
Anoche, mientras dormías, me dediqué a mirar los pliegues que las sábanas dibujaban de tus piernas, intentando averiguar cómo fue que esta cama sobre la que nos amamos tanto, se convirtió en un cuadrilátero en el que yo siempre pierdo por knock out. Tu cuerpo me queda a un abismo de distancia, Helena, aunque si estiro la mano puedo tocarte, y te toco y te veo retorcerte como cuando me querías, y mi sangre reacciona a tu cintura. Son chispazos, destellos de fuego que se avivan cuando soplamos las cenizas.
Estoy cansado de hacerte llorar Helena.
Necesito respirar, necesito que el aire me atraviese cada poro del cuerpo, que me corte. No puedo no tenerte más. No puedo tenerte más, y todo lo otro no importa. Todo lo demás son ingredientes inútiles del mundo. Vos, Helena, vos sos la sustancia y se me está envenenando el alma.
1,2 y 3. Los números de siempre. Los primeros de siempre. Esos que de pibe esquivaba jugando a la rayuela, esos que cantábamos a nuestros hijos moviendo los dedos con cara de idiotas. Que distinto se cuentan desde la punta de esta cornisa, con ese vacío inminente, frente a esa nada capaz de atravesarme. Sin vos no. Helena, con vos tampoco.
Te quiero, Helena. Te quiero.


1, 2...

Últimos días

Cuatro
Regresa hasta mi boca, una y otra vez, este sabor amargo. Regresa a las paredes y al cielo de mi boca, que son puro terruño. Me vuelve en bocanadas, lo que quiera que sea, y me baña la lengua. Mi cuerpo se sacude en oleadas rítmicas, que trepan por la carne buscando las neuronas, el córtex del cerebro, el punto donde anida la raíz de lo amargo y toda mi memoria cautiva de lo amargo. Del estómago a la amígdala, del estómago hasta el alma, del estómago a la infancia. Hoy ha venido Marcos a hacerme una visita. Traía en una mano su maletín de médico, traía su sonrisa y esa paciencia suya que no sé dónde guarda. Y traía a mi hija, o tal vez mi hija a él… ¡Cuánto tiempo sin verla! Desde hace veinte años, cuando estudiaban juntos, nunca se han separado. Los recuerdo estudiando, los dos en nuestra casa, cuando este oficio suyo era sólo una sombra. Y luego esa mañana que los dejé en el tren, camino de Madrid, en busca del destino, a escoger una plaza en la oposición del MIR. Y allí se rompió todo. Begoña les ha abierto la puerta de la calle. Begoña estaba seria. Se ha acuclillado Marcos al borde de la cama, y hemos puesto palabras a estas cosas del cuerpo. Carla miraba atenta apoyada en el quicio, Carla sólo asentía, Carla estaba asustada. Carla ha sufrido mucho, ¡cómo la he hecho sufrir! No sé si ya es muy tarde, pero cómo la quiero, quiero a la Carla hija, la quiero sin su oficio. ¡Cómo duele su oficio! ¡Cuánto daño su oficio! Y Marcos me ha explicado que lo amargo es la bilis. Con toda su paciencia, que lo amargo es la bilis. No te discuto, Antonio, las fábulas del cuerpo, los humores del cuerpo, las señales del cuerpo, pero esto es el reflujo. Tan sencillo el reflujo: mi cuerpo dedicado a arrojar por arriba lo que el cáncer no deja que arroje por abajo. El cáncer por abajo, todavía aquí el cáncer, después de tantos años conjurándolo al cáncer. Ay, Begoña, este cáncer, que se escurre al conjuro, la homeopatía, el reiki, la dieta macrobiótica. ¿Hacemos bien, Begoña? Y Marcos no me juzga, él me viene al encuentro con palabras sencillas, no con la vanidad terrible de los médicos. Y Carla lo escuchaba, tímida, temerosa, porque Carla es distinta. Pero luego ha venido y me han limpiado el culo, en gesto beatífico, con un barreño tibio. Begoña los miraba desde el fondo del cuarto, arrinconada y seria, desarmada, rendida. No esperaba este obús de ternura de Carla, que me ha limpiado el culo. Después de su batalla contra la homeopatía hoy ha venido Carla y me ha limpiado el culo. Ha zanjado la guerra con su mano en mi culo. Y luego me ha besado, y me ha dicho aquí estoy, papá, aquí estoy contigo. Y Begoña lloraba. Y Marcos ha salido, con prudencia, del cuarto.

Tres
Ven hasta aquí, Begoña, y siéntate a mi lado. Como cuando eras niña, siéntate aquí a mi lado. Ven, mírame las manos, que sólo tienen hueso. Llévatelas al rostro, llévatelas al pecho, deja que me recree en ti, que aún tienes carne. Deja que se me lleve el recuerdo de la carne. Déjame que te bese, no me gires la cara, como cuando eras niña. Del estómago al alma: recuerdo aquellas tardes dulces del instituto, cuando tú te quedabas al acabar la clase y yo me preguntaba si no tenías amigos. Yo soy un alma libre, me contabas entonces. Y yo era un alma libre. Y entre aquellos cuadernos que yo te corregía, tu profesor atento, dejamos que lo libre se nos volviera carne. Déjame que te toque con mis huesos las tetas, igual que aquellas tardes, mi niña, mi Begoña. Déjame que te abrace, con todas mis costillas, igual que te abrazaba cuando eras una niña y venías a clase y nadie te quería. Como cuando me hablabas de tu casa vacía, de tu mesa vacía y de tus padres vacíos. Y yo también te hablaba de mi casa vacía, de mi esposa vacía, de mis hijos vacíos. Que yo he sido tu padre y tu madre, ya lo sé. Me lo has dicho mil veces. Y yo lo sé, Begoña. Que no quieres que muera yo ya lo sé, Begoña, que yo te he prometido que te cuidaré siempre, que vamos a vivir de esta dulzura siempre. Pero no puede ser, lo sabes como yo: yo te he escuchado hablarlo estos días con Marcos. Que ya me voy, con Marcos. Gracias a Dios que Marcos ha venido a rompernos este muro, Begoña. Tú y yo nos hemos ido volando hasta otros mundos, huyendo de la carne, buscando en otros mundos. Nos ha traído el cáncer la conciencia, el camino: nos ha salvado el cáncer. Y la muerte nos salva. ¡Pero cómo me duele esta lucha con Carla! ¡Cuánto daño me han hecho tus disputas con Carla! Y Marcos ha venido como un bálsamo al núcleo de esta herida tan grande, de esta herida del cáncer. Que Marcos nos escucha sin juzgar, nos aguanta. O nos juzga en silencio, a cada cual lo suyo. En silencio ha venido y nos ha traído a Carla. Ha venido a abrazarnos en todas las renuncias. Todas nuestras renuncias, cada cual sus renuncias. Ven hasta aquí, Begoña. Ponme tu mano fría, ponla aquí, que deliro.

Dos
Te voy mirando, Carla. Eres como tu madre. Los mismos ojos pardos, la misma boca tierna, el mismo gesto terco. ¿Cómo estará tu madre? Tengo que confesarte que muchas veces pienso que en ti vive tu madre, que en ti huyo de tu madre… ¡Por qué caminos brutos busqué la libertad! Qué suerte tengo, Carla, de tenerte a mi lado. Ya se lo dije a Marcos, que no tendré bastantes días en esta vida para poder pagarle por esta grieta suave que ha abierto en nuestro muro, en este muro altísimo que hicimos con orgullo. Qué suerte tienes, Carla, con ese amigo tuyo, con esa mansedumbre que lo traspasa todo. Me gusta mucho Marcos, cómo trata a Begoña, cómo te trata a ti. Me pesan mucho, Carla, tus duelos con Begoña, que Begoña es muy agria de lo frágil que es. Begoña es una niña, yo a Begoña la quiero por lo niña que es. Ella vive en la magia en que viven los niños, ella piensa que todo se resuelve en deseo, ella quiere curarme por la vía del cosmos. Y se duele, y se cierra, y se pincha, y nos pincha. Tú no eres una niña, tú eres una mujer y tienes la destreza que te da ser mujer y que te da la ciencia, porque tienes la ciencia. Mira la foto aquella, entonces sólo eras una niña en el frío, y yo te protegía, por fuera del abrigo, con mis brazos de entonces, encima del trineo. Hoy ya no tengo brazos, hoy sólo tengo huesos y tú lo sabes bien. Y ya no te protejo, hoy me proteges tú, aunque a veces parezca que yo eso no lo entiendo. Pero yo soy un hombre todo de vanidades. Y Begoña una niña. Tú eres una mujer, y tú tienes la ciencia y sabes que este cáncer me tiene condenado. Yo acepto esta condena. Me trajo el juicio el cáncer, me despertó a la vida. Una vida de huesos y de bilis también, pero una vida llena de todas las promesas y toda la memoria, llena de gratitud y llena de las ganas de pediros perdones. Y yo quisiera, Carla, que viniera tu madre. Yo no olvidé a tu madre después de aquella tarde, ¿te acuerdas de esa tarde? Llevaba las maletas en la parte de atrás, os despedí en el tren y ya no volví a casa. Yo creo que tú ibas camino del destino a elegir esa plaza del MIR, hacia Madrid. Y yo no tuve fuerzas para volver a casa, para ver a tu madre. Ya me fui con Begoña. ¡Dios sabrá los dolores que le causé a tu madre! ¿Qué iba a saber tu madre? Pero yo no podía, yo quería vivir. Igual que en este instante, que yo quiero vivir. ¿Tú crees que si le pido que venga a despedirse querrá venir tu madre? Los mismos ojos pardos. Eres como tu madre.

Uno
La carne me reclama, la carne de mi cuerpo. Me devuelve a este mundo que es dolor y es fatiga. Soy cautivo del cuerpo, ¿por cuánto tiempo más? Lo corpóreo del cáncer me vence la conciencia, me enquista la conciencia, me arranca del presente. Yo era conciencia pura del aquí, del ahora, yo era un flujo constante de conciencia del mundo, yo era un canal inmenso, yo era viento del pueblo. Y hoy soy reo del cuerpo, hoy tengo los sentidos todos vueltos adentro, a la bilis amarga, al bocado en el vientre, a este peso en las piernas, a la legaña espesa, a las puntas del hueso que me rasgan la piel. Soy conciencia del cuerpo, una mala conciencia. Ya no respiro, muerdo cada palmo del aire de este cuarto en penumbra. La conciencia del aire. La conciencia del bronquio. Conciencia de la apnea. Y de nuevo lo muerdo, el aire en la penumbra. Me llegan bisbiseos entre los estertores. Más allá de los ruidos terribles de este cuerpo se filtran voces bajas, no sé de dónde vienen: del córtex, de la amígdala, de la infancia, del hígado. Tengo la lengua seca. Begoña, ven, escucha, que eres como tu madre, que yo te cuidaré, los mismos ojos pardos. Y vuelve la conciencia pesada de los huesos, el aire que es de piedra, las lunas de penumbra detrás de las legañas. Ven aquí que te bese. Carla, ponme la mano. Ya se acaba la clase. Déjame que le toque las tetas a tu madre. Begoña es una niña. Yo acepto esta condena. Y ya no volví a casa. Que se escapa al conjuro. Siéntate en el trineo. Tengo sed, dadme agua.

Tengo sed, dadme agua.

Tengo sed, dadme agua.



Tengo sed, dadme agua.


lunes, 22 de junio de 2020

Tres despedidas sin destino






Primera despedida


Si alguna vez me dejas, no hagas ruido, seguro que estaré dormido. Cierra la puerta despacio, no te olvides de las llaves ponerlas encima del aparador, al lado de la foto de nuestra boda.
Procura no mirar atrás, sigue tu camino, seguro que te irá bien. Solo te pido que dejes la mitad del dinero que haya en la caja.
Si quieres quedarte con la casa nos mandamos unos correos electrónicos y lo arreglamos con el notario, y no te importe llamarme, entiendo tu postura.

(Ayer vi un ratón por el jardín, alguien le puso un exquisito trozo de queso, el pobre no sabía que era una trampa).

Como despedida sin angustia, y sin la derrota de alguna lágrima, me gustaría tomarme la última copa al compás de “Piano Man” la canción que tanto me gusta de Billy Joel, aunque se que esto nunca pasará.

No siento que te vayas como una pérdida, solo como un recuerdo a los pies de la estatua del Ángel Caído, una tarde con las niñas en el Retiro.
¿Cómo se rompe el silencio mientras las parejas reman despacio, viendo pasar el agua entre los remos, huyendo a una deriva?.

¿Duermes, cariño? – Buenas noches

Segunda despedida

Un mensaje flotaba transparente. Una fotografía una breve nota. La fotografía era de una familia, una pareja de mediana edad y tres niños sentados en un jardín. Uno llevaba una cruz marcándole la frente como una lengua de fuego.
El mensaje, breve en una pequeña hoja de papel, decía: “Seas quien seas, quien leas esta nota habrás de saber que seguramente habré muerto. Agradezco tus segundos en leerla. No dice mucho, el papel que utilizo no aguanta mucha literatura. Mi nombre es Antonio Demetrio Salvatierra.
Si te apetece camarada salvador, presenta este escrito en la comisaría más cercana. Ellos sabrán que hacer, tienen las instrucciones precisas y mi familia estará en deuda contigo”.

                                                                                     Un saludo
                                                                                        La mar
Tercera despedida

La lluvia seguía cayendo en la ciudad. La puerta se cerró por última vez.

El uno de enero alguien llamó, pero la calle se encontraba vacía, solo un borracho dormía en una esquina. Llevaba unos zapatos que me eran familiares.
“Dieciocho años y sin enterarse de nada”.




















































"Voy y vengo" y otros. Ejercicio Nº21 (en 4 partes): relato con despedida



Voy y vengo

Llevaba un elegante smoking rojo shocking, black-tie con reflejos de azabache y camisa fulgurantemente blanca con botones de perlas. Se detuvo en la casa de su ex-pareja ahora casada con otro. Quedaba de camino. Golpea y sale ella.

 –Sólo pasaba para saludarte, estoy yendo a mi boda —dice él.
--Gracias, ¿pero? —le responde sorprendida.
--No te preocupes, voy y vengo — y se vuelve al coche.



Las vías del tren

Tenían un Suzuki Alto; casi un micro-car. Pequeño, ágil, económico. Él era gordo pero se sentía cómodo. Igual, nunca viajaban más que ellos dos.

Ella lo tenía calculado: dos horas de intimidad, de inconmensurable placer. Volvería antes que él.
Era la mañana de la Nochebuena, conducía el Alto solo. Iba a buscar un lechón y un cordero que asaría a la noche para la fiesta de Navidad. La granja quedaba a unos 80 km, en la zona rural cercana. Sólo se podían cruar las vías del tren por pasos a nivel.

Ella recibió una llamada que no contestó. Luego otra y otra. Tampoco lo hizo. Vinieron los besos de despedida, los abrazos y el hasta la próxima como siempre: me llamas, ¿no?

Se volvieron a juntar antes de fin de año, ella no quiso hacer el amor. Le dijo que las llamadas de la mañana de Nochebuena habían sido para informarle que un tren había embestido al Suzuki. Su marido había fallecido instantáneamente. El coche había quedado como una lata de sardinas aplastada; los bomberos sacaron trozos del lechón y el cordero junto a los restos de su esposo.
Abrazos apretados, como de condolencia, besos muy húmedos.

Nunca más se vieron.



La terminal de autobuses

Sucedía todos los viernes al atardecer; él la llevaba a la terminal a coger el autobús. Viajaba a un pueblo a 300 km, iba a ver su prometido. El domingo a la noche la recogía a su vuelta en la misma terminal. Pasaban bien la semana. Salían, bebían, se amaban, charlaban animadamente casi sin interrupción. El ritual proseguía. Él se preguntaba qué era aquello. Ella se lo planteó un día.

--Pensaba lo mismo –señaló él—, déjame madurar el tema.

Y prosiguieron los viernes y los domingos. Un viernes ella pareció despedirse de otra forma. 

No volvieron a encontrarse nunca más.



Concierto para piano Nº3 de Prokoffief

La primera obra era una sinfonía de Haydn. Seguía el concierto Nº3 de piano de Prokoffief donde ella era la solista. Terminaba con la Sinfonía Fantástica de Berlioz. Dirigía un director de renombre internacional. Un músico de la sinfónica conocía a ambos. Sólo tocaba en la obra de fondo así que aprovechó para dirigirse al camerino para dar el clásico merde a ella. La puerta estaba entreabierta, apenas golpea y entra. La famosa solista, esposa de su amigo que estaba dirigiendo la 88º de Haydn en ese momento, aguarda la difícil ejecución.

--Perdón … hola y chau. Ahhh, ¡y mucha merde! –dice el músico dándose vuelta rápidamente.

La gran solista le hacía felación a otro amigo, el avisador de escena del teatro.

martes, 16 de junio de 2020

APUNTES: LA NUEVA LITERATURA de hoy en dia SIGLO XXI


Algunos detalles que pueden ser considerados típicos de La Nueva Literatura:

"Se mezcla la alta cultura popular con la expresión directa"

"la metaliteratura está presente"

"hay como un cansancio de la ficción"

"hay como menos posibilidades de ser original"

"buscamos otras cosas,...las literaturas del yo, ficción que le ha sucedido al autor, es como un PLUS añadido"
"romper la cuarta pared"

 (apuntes by Bárbara Blasco)

JAVIER CALVO
La ficción ha muerto
https://elestadomental.com/diario/narciso-en-la-taberna
....
  El autor que opta por abandonar la ficción recibe su recompensa casi de inmediato. El escritor francés Emmanuel Carrère, sin ir más lejos, abandonó la escritura de novelas con ficción después del éxito internacional espectacular de su libro El adversario, en el año 2000. Le esperaban la grandeza y los adelantos millonarios. A diferencia de Capote, Carrère no se saca a sí mismo por la puerta de atrás. Su yo no es el yo transparente o ausente del Nuevo Periodismo. Él ocupa el centro del relato. La misma estrategia se repite en docenas de títulos sin ficción. Y el correlato del exhibicionista es el pornófilo. Consideremos En mil pedazos de James Frey, Richard Yates de Tao Lin, Mi lucha de Karl Ove Knausgård. Obras legitimadas con el sello de “basado en hechos reales”. En todas es central el sensacionalismo de unas vidas supuestamente extremas. Las drogas, el sexo con menores, el alcohol. Su variante apta para todos los públicos es el testimonio del drama familiar. La familia disfuncional, el trauma de infancia, la muerte en la familia. Lo íntimo transformado en espectáculo. El lector se acerca al espectador de pornografía, al stalker morboso, anónimo en su dormitorio. El yo exhibicionista hace alarde de su falta de filtros. El mismo yo exhibicionista de las redes sociales, de los reality shows, de los blogs y las webcams. De vidas ajenas de Carrère se lee igual que uno contempla videos caseros de tiroteos y desastres naturales. Turismo de catástrofes. La revelación impúdica.....


EMMANUEL CARRIÈRE
https://es.wikipedia.org/wiki/Emmanuel_Carrère


AGUSTIN FERNANDEZ MALLO

https://es.wikipedia.org/wiki/Agust%C3%ADn_Fernández_Mallo

LA MODA ES QUE CADA VEZ HAYA MENOS FICCIÓN EN LA FICCIÓN

https://elpais.com/cultura/2014/03/22/actualidad/1395525242_662619.html

https://librotea.elpais.com/estanterias/las-21-mejores-novelas-espanolas-del-siglo-xxi/



https://www.zendalibros.com/claves-novela-espanola-del-siglo-xxi-jose-maria-pozuelo-yvancos/















CLAVES DE LA NOVELA EN ESPAÑOL DEL SIGLO XXI


W. M. S.
- Hay una grata convivencia de autores de diferentes generaciones, lugares y estilos: desde quienes pusieron el nombre de la novela en español en boca de todo el mundo el siglo pasado, y los que se sumaron desde los años noventa, hasta los nuevos, de todas las edades.
- La hibridación de géneros y estructuras. La norma es que no hay reglas. Es la riqueza de lo heterogéneo.
- Los mundos totalizadores que explicaban grandes problemas o temas han sido reemplazados por micromundos más personales que contienen el universo.
- Latinoamericanos y españoles se han quitado la obligación o el peso de escribir necesariamente de sus respectivos países o ciertas temáticas. Escriben de todo y sobre cualquier lugar.
- Los temas en auge tienen que ver, sobre todo, con la literatura del Yo; líneas y enfoques ensayísticos que se han desplazado hacia la novela; miradas sobre la historia y la política más contemporáneas; la novela negra o asomos de ella al prestarse más para contar las incertidumbres del presente; lo urbano y cosmopolita pero también lo neo-rural.
- Hay países, o regiones, en las que destacan temáticas concretas, por ejemplo la narcoviolencia en México, la Guerra Civil o la crisis económica y social en España (lo que ya vivió Argentina a comienzos del siglo); o revisión de historias nacionales, el caso de Colombia con la guerrilla y el narcotráfico, o Argentina y Chile con sus respectivas dictaduras.
- Una clara toma de conciencia y compromiso social, ideológico y cultural que desafía la verdad oficial de gobiernos o partes interesadas.
- En cuanto a estructuras o arquitecturas novelísticas predomina lo tradicional o clásico, y aunque se aprecian riesgos y apuestas experimentales notables, se echan de menos más exploraciones literarias.
- El balance sobre el estado de la novela no está claro. Se divide entre los que lo consideran positivo y quienes recalcan la falta general de ambición de los autores e incluso de la poca disposición de los lectores a acercarse a novelas que se salgan de los senderos seguros y claros que algunos novelistas intentan abrir.

Mario inyecta una idea sobre John Cage:
https://es.wikipedia.org/wiki/John_Cage


DEBERES ÚLTIMO MARTES ONLINE:

un relato con una despedida

blog de Romina:
LA ALTERNATIVA DE SÍSIFO
https://rblencina.wordpress.com



Nueva literatura - Ejercicio Nº20



Nueva literatura
¿En qué se traduce esa modernidad en las formas de escribir que es la nueva literatura?

El Perkins 4/108 diésel de este Fiat 125 es lento, ruidoso y confiable. Seguimos la ruta provincial 30, más larga pero evita poblados y casi no hay tránsito.  Navegamos por un mar ondulante de soja verde azulada bajo el implacable sol de esta mañana en el temprano verano austral.

--¿Querés jugo? --pregunta mi hija Nadia que me acompaña camino a Córdoba.
--No, por ahora estoy bien. Menos mal que aun está fresco --le respondo al recordar que este 125 no tiene aire acondicionado.
--No me comentaste qué te pareció el libro que te regalé, el de Kerouac, el famoso “En el camino”, es de tu época.
-- ¿Sabes Nadia?, no lo he podido terminar. Fue escrito bastante antes de que yo viviera eventos similares. Lo mío no era ni de cerca tan dramático; de todos modos me produjo una profunda conmoción y no pude seguir leyéndolo.
--Pero papá, sos un exagerado.
--No es eso Nadia, es que me transportaba a situaciones que viví. No eran ni tan raras ni tan especiales como las que describe. Fue la sensación de desasosiego, del viaje, del ambiente, del factor humano, todo junto me dolió. Fue como recibir una patada al hígado. Sí, me angustió y me dolió.
--Pensé que te iba a encantar. ¿Cómo te fue con los relatos de Carver? Sé que no sos fan de leer traducciones pero acá no consigo originales y eso que trabajo en una librería.
--Carver, sí, me lo devoré. Es otra cosa. No es un golpe bajo como el de Kerouac, puede igualmente llegar a las tripas pero va por otro camino. Mira ahora el campo, las suaves ondulaciones parecen olas y el viento marca rizos como en el agua, estamos navegando en barco por el medio del océano de soja –y agrego riendo-- ¡el nuevo océano santafesino tierra adentro!
--Sí, papi, ¡qué horrible! Toda esa soja para alimentar cerdos en China. Es lamentable que comer cerdo en su actual prosperidad sea sinónimo de éxito. ¿No sería más eficiente comer directamente los vegetales? --recalcó Nadia, vegetariana desde su temprana adolescencia.
--Estuve leyendo algunos autores contemporáneos, me enganché. Tienen gran estilo, la llamada escritura posmoderna.
--¿Ah, sí? Yo empecé con algo de lo que me recomendaste. Ese Vilas está salado. ¿Te paso el sándwich?
--Dale, la mañana me abrió el apetito. Ojo, como en todos los órdenes del arte lo que importa y trasciende es lo que se transmite, la emoción, la conmoción como me produjo Kerouac.
--Es verdad papi; aun hoy Hemingway es tan moderno como cualquiera. Como decís, usa una ametralladora con puntería y no desperdicia balas ni en su prosa ni en sus diálogos; es fulminante.
--Cuando decidí en EEUU hacer el curso de literatura en vez del de política y sociología de Herbert Marcuse me metí en camisa de once varas. Sabes que nunca tuve facilidad para la literatura, sin embargo al estudiar a Hemingway sentí que se me abría la cabeza. Otro grande fue Faulkner, más complejo y menos ametralladora. Eran amigos, ¡se tomaban todo! Y discrepaban también. Ya te conté que Faulkner era el gran admirado de Onetti. Lo leía en un libro doble: de un lado el original, del otro la traducción al castellano, así pudo ir entendiendo inglés.
--¿Te doy ya el jugo? He estado con textos de Wallace, ¡wooooow!, ¿qué te parece?
--Sí, dame; está muy buena la mezcla de durazno y frutilla. Ay ay ay, David Wallace me gustó y me desconcertó al mismo tiempo. Parece que uno no leyera un único Wallace, se muestra como varios escritores con muy diferentes formas de expresarse, brillante. Muy loco y muy renovador también.
--Claro papá, más allá de la forma está lo que se dice o sugiere decir.
--Mira Nadia, siempre que hablamos de literatura, cualquiera que sea, me asoma a la mente el prólogo que agregó Faulkner a una edición de 1953 de su famoso libro The sound and the Fury. Cita a un tal Sienkiewicz, un polaco, ¿lo conoces? Había declarado haber escrito con gran trabajo y considerable esfuerzo “to uplift men’s hearts”. Espero que lo entiendas en inglés, si no tendré que reclamar al colegio bilingüe al que fuiste para que me devuelvan lo que pagué. O sea, para mejorar, levantar, estimular el espíritu, ¿te gusta mi traducción? Él pone heart pero traducir espíritu me suena mejor que corazón aquí.
--Sí, conozco ese prólogo y no es la primera vez que me lo recordás. Tengo clara tu máxima: si no hay emoción no hay literatura; es más, no habría ningún hecho artístico. Desde el Cantar del mio Cid hasta Infinite Jest de Wallace. No tendrás que reclamarle a la directora del Colegio Inglés. Odié a esa vieja gorda desde antes de la primaria hasta que me gradué. But I can read and speak English fluently. I even got a job in an American call center. Eight hours of American Englishes; lo digo en plural pues me hablaban con acentos tan raros que muchas veces tenía que pedir que me repitieran lo que decían.
--Recuerda esto: Faulkner la tenía clara. Su alocución al recibir el Nobel en 1950 gira en torno a lo mismo.
--¿Otro sándwich? Ya estoy con el mío de verduras, queso y huevo, ¡qué delicia! ¿Cómo fue que dejaste de ser vegetariano? No me puedo imaginar.
--No, aun no quiero otro. Es que finalmente me rendí ante la tentación de la carne pero disfruté las verduritas por 20 años. Ja, ja, that’s a joke you cannot say in English. They have meat and flesh, quite differentiated. ¡Para nosotros todo es carne! Ja ja, los gringos no captarían jamás el doble sentido de la “tentación de la carne”.
--Paa, if you see a gas station stop that I have to go to the bathroom. Please, please. Thanks.

Epílogo:
Faulkner terminó así su alocución al recibir el premio Nobel en 1950: “… Yo creo que el hombre no resistirá meramente: va a prevalecer. Entre todas las criaturas de la naturaleza es inmortal no por el hecho de que tenga una voz inagotable sino porque tiene un alma, un espíritu capaz de compasión, de sacrificio y de resistencia. El deber del poeta, del escritor es escribir acerca de estas cosas. Es su privilegio ayudar al hombre a resistir elevando su espíritu mientras le recuerda el coraje y el honor y la esperanza y el orgullo y la compasión y la piedad y el sacrificio que han constituido la gloria de su pasado. La voz del poeta, del escritor no necesita ser meramente un registro del hombre, puede ser uno de los elementos, de los pilares que lo ayudarán a resistir y prevalecer.”

Cierro: La literatura, aquella nueva, vieja o del medio, si no apela al alma, al corazón como dijo Sienkiewicz, si no genera emociones y si no conmueve dejará de ser tal y no podrá servir “to uplift men’s hearts (para elevar el espíritu del hombre)”. No será literatura.

Valencia, 15 de junio de 2020.

¿Quieren hacer el favor de callarse, por favor?


¿Quieren hacer el favor de callarse, por favor?

En cada esquina, en cada ángulo muerto el polvo se amontonaba los sábados mientras preparaba el desayuno.
Me sentaba a tus pies, leías las noticias entre las almohadas.
A eso de las doce de cada mañana tocabas la campanilla,
por cierto pesabas como un muerto, te sentaba para seguir leyendo el capítulo diario del libro que sacaba todos los meses de la biblioteca municipal, este mes tocaba uno que encontré  solitario en un estante también lleno de polvo, era de un tal J.M. Gironella y se titulaba: Los fantasmas de mi cerebro.
Sabía perfectamente que te estabas muriendo, de tu pierna solo quedaba un color morado.
Mientras usaba el pelador de patatas balbuceaba palabras
A veces salía de la cocina, te miraba como si fueras solo una presencia.
El día de nuestras bodas de plata, mientras dormías, te ajusté la pierna ortopédica que nos costó un ojo de la cara y que te negabas a llevar.
Una copa de vino te puse en los labios.
Sabía que te acordarías de la fecha de hoy
Comenzó a llover, la humedad nos penetraba y se apresuraba
Por tu espalda se reflejaba la lluvia contra el cristal y tu rostro se ahogaba mientras aquella pierna me servía para que no te vencieras a ningún lado, mientras tanto tu mano acoplaba mi sexo al tuyo. 

¿Después?
Solo recuerdo que estaba desnudo y empapado, mientras ella dormía sobre la alfombra roja del salón.
Intenté no despertarla y me duche. Seguía en la misma posición, me puse nervioso y comencé a abofetearla.
Me detuve mirando una esquina junto al suelo al mismo ritmo que el tuyo, querida.
Rodaste tullida, casi ciega, paralítica y con aquella boca abierta, húmeda, sin decir nada, en un intento de llevarte el aire que yo tanto necesitaba para ser libre.
Mientras no paraba de repetir muy despacio;

¿Quieren hacer el favor de callarse, por favor?

Castaña necia





¿Qué haría Virginia con una castaña necia?


Sobre un trozo de tierra se estiraría encima de ella para abrirla y que mostrara el fruto deseado, que constantemente tenía en sus sueños.
Regresó a Benarés y se encontró con un psicólogo que huyó de su país de hierro oxidado por un invierno que duró demasiado:

“Un misterio inexpugnable encima de la tierra, un gran trozo de mermelada en un cruce de caminos, un sueño más; en un fondo de algas verdes entre pálidas y oscuras perlas querría encontrarlo.
Quiso ser la heroína de un viaje al norte y ser inmortal para encontrar el fruto soñado.
Se ordenaría monja budista junto con un príncipe dragón hasta llegar al emperador de los reinos celestiales y volver a salir de la piedra inmortal del Caos y ser consciente del vacío combatiendo contra el cielo y la tierra.”

Lo que encontró fue una nube detrás de un punto rojo perdiéndose en un impetuoso conducto vegetal que se conoce en las inaccesibles y buenas personas, medicina de almíbar de una castaña necia.

viernes, 12 de junio de 2020

Reviviendo a plazos: Diario de desreclusión, cuota Nº4



Reviviendo a plazos – (Diario de desreclusión IV)

IV - Libros leídos

No es la primera vez que menciono a mis hijas en estos textos. Recuerdo a Samantha hoy. Estuvo en marzo, pocos días antes de que apareciera la cosa. Le conté que estaba volviendo a armar mi biblioteca aquí luego de donar la casi totalidad de lo que tenía en Montevideo. Lo hago mayormente en base a libros usados. Me corrigió, me aclaró que los libros no se usan, los libros se leen. Y así que ahora mis visitas a locales de libros de ocasión será a comercios que ofrecen libros leídos. Lo bueno de los hijos es que uno aprende de ellos.

Previo a la cosa solía visitar este tipo de comercios. Incluía también alguna tienda de segunda mano donde vendían libros a 30 y 50 céntimos. Me gusta curiosear, además puedo rescatar títulos valiosos. Resultan más interesantes aquellos de anticuarios. Yo visitaba El asilo de los libros, Aida Books & More, La guarida de las maravillas, Librería anticuaria Rafael Solaz. También las compraventas de Avinguda Burjassot Cash Converters y una pequeña enfrente, B-Market. Las verdaderas librerías de anticuarios tienen poca luz, la misma de las tinieblas de libros asilados en estantes y estantes que se trasladan al local creando un ambiente fantasmagórico. Allí encuentro un orden basado en el dulce desorden conceptual. Tampoco es fácil entender las leyendas en antiguas letras desvanecidas que quizá nacieron doradas. Encuentro lujosas encuadernaciones para obras olvidables y felizmente olvidadas. Sin embargo, lo que me apabulla por su implacabilidad e inevitabilidad, es el olor rancio de esa mezcla de humedad bien estacionada por décadas con polvo casi incunable. Resulta una experiencia enriquecedora pero no sería recomendable para asmáticos. Cuando visito Aida Books & More me siento en un hospital esterilizado. Quizá por eso se encuentran títulos más recientes, incluso ejemplares nunca leídos.

Día a día voy reviviendo con mis caminatas y visitas. La de hoy me llevó hasta “La guarida de las maravillas”. Me encontré con Javier, nos reconocimos a pesar de las mascarillas. Solíamos charlar sobre autores, historia, libros, traducciones, ediciones y temas de veteranos que no son fanáticos ni del fútbol ni de la política. Hace un tiempo, cuando buscaba una edición en castellano de los Ensayos de Michel de Montaigne (que no encontré), Javier me refirió un dato curioso: Quevedo lo llamaba “Miguel de la Montaña”. Hoy, al reconocerme me dijo, “claro, lo recuerdo, usted viene de Argentina”. Le tuve que recordar que desde 1828 el hoy Uruguay, la Provincia Oriental de lo que es actualmente Argentina, fue cercenada del resto de las Provincias Unidas por la confabulación el imperio Lusobrasileño con sus amos británicos. Paradoja: los argentinos ganan la guerra de reconquista por su Provincia Oriental pero finalmente la pierden en las negociaciones de paz. Inesperadamente Javier recita unas estrofas de Bécquer que hablan de belleza y juventud; había hecho irrupción una joven cliente. Los veteranos nos conmovemos por muy diferentes estímulos. Así fue mi cuarta jornada en este revivir a plazos; me emocionó y me hizo sentir vivo.

Y para vivir se necesitan libros. No sólo hay que leerlos, hay que tenerlos cerca, hay que tocarlos, hay que marcarlos sin clemencia, hay que apilarlos con sentido o no, hay que mirarlos aun sin abrir y aun abiertos, hay que poder leer cualquier página en cualquier momento. Luego de visitar los libreros-anticuarios sé que por sobre todo, a los libros también los olemos.

Valencia, 22 de mayo de 2020. “Reviviendo a plazos”, cuota Nº4: La invención de Morel (¡sin abrir!) de Adolfo Bioy Casares €2.00, “Leyendas” de G.A Bécquer € 0.50.

inicio de Nocilla Dream de Agustín Fernández Mallo

Nocilla Dream

—¿Has vuelto a leer algún libro de Raymond Carver?
—¿Leer? No, no leo, no (se pone a reír inesperadamente). Veo muchos DVDs.
    ENTREVISTA A DANIEL JOHNSTON, Rockdeluxn.º 231
Escribir es intentar saber qué escribiríamos si escribiéramos.
 MARGUERITE D URAS

1
    Podemos definir los ordenadores como máquinas de triturar números. Podemos pedirles que nos den la posición exacta dentro de 100 años de un satélite, o que pronostiquen las subidas y bajadas de la bolsa por un período de un mes. Nos darán la información en pocos segundos. Pero tareas que no revisten complejidad para los seres humanos, como reconocer rostros o leer textos escritos a mano, resultan muy difíciles de programar y de hecho aún no están satisfactoriamente resueltas. Parece ser que nuestra red de neuronas cerebrales sí contiene los mecanismos necesarios para realizar esas operaciones. De ahí el interés en crear computadoras inspiradas en el cerebro humano.
    B. JACK COPELAND & DIANE PROUDFOOT

2
    En efecto, técnicamente su nombre es US50. Está en el Estado de Nevada, y es la carretera más solitaria de Norteamérica. Une las localidades de Carson City y Ely atravesando un desierto semimontañoso. Una carretera en la que, hay que insistir, no hay nada. Exactamente nada. 418 kilómetros con 2 burdeles en cada extremo. Conceptualmente hablando, en todo el trayecto sólo una cosa recuerda vagamente a la presencia humana: los cientos de pares de zapatos que cuelgan de las ramas del único álamo que allí crece, el único que encontró agua. Falconetti, un ex boxeador que venía de San Francisco, se propuso hacerla a pie. Había llenado la mochila verde del ejército con mucha agua y un mantel para extenderlo en las cunetas a la hora de comer. Entró en una tienda de comestibles de Carson City, un supermercado con 5 estanterías, cortas, ridículas, Un muñón si esas 5 estanterías fuesen 5 dedos, pensó. Compró pan, una gran cantidad de sobres de buey liofilizado y galletas de mantequilla. Comenzó a caminar hasta dejar atrás el arrabal de la ciudad y entrever al fondo el recorte del altiplano. El asfalto, carnoso, se hundía bajo los 37°C del mediodía. Pasó de largo ante el Honey Route, último burdel antes de dar comienzo el desierto, y Samantha, una morena teñida que se hacía las uñas de los pies a la sombra del porche, lo saludó de la misma manera que había saludado siempre a coches, peatones y camiones, sin otro propósito que desear la buena suerte, pero esta vez además añadió, ¡Si ves a un tipo en un Ford Scorpio Rojo que viaja solo hacia Nueva York, dile que vuelva! Falconetti apretó play en el walkman e hizo como que no la oía. Instintivamente aceleró el paso y hundió aún más el pie en los 37°C de asfalto. Hacía casi un mes que había salido de San Francisco, rebotado del ejército. Allí, en el ejército, había leído la historia de Cristóbal Colón, y habiendo quedado fascinado por la osadía de éste se propuso hacer lo mismo pero en sentido contrario: ir de Oeste a Este. Nunca antes había salido de San Francisco.

3
    Desde la primera vez que lo vio se convenció de que por fuerza no podía ser algo bueno, pero tampoco malo. Extraño. Era un zapato, un zapato tirado en mitad del asfalto. No 2, ni 4, ni 8 ni ninguna otra cifra par, sino la cifra impar por antonomasia: 1. Billy the Kid hacía con su padre, escalador profesional, el trayecto Sacramento-Boulder City, y estaba acostumbrado a ir amarrado en la parte de atrás de la furgoneta entre cuerdas de 11 milímetros, arneses Petzl y abundantes mosquetones. El padre, Billy a secas, improvisaba un arnés para el crío y con dos mosquetones a ambos lados de la cintura lo sujetaba a fin de que no se diera trompazos en las curvas. Billy the Kid iba feliz. Aquel día habían salido temprano para llegar a tiempo a la 3.ª Competición de Escalada Deportiva de Boulder City, en la que el padre participaba. Desayunaron en la primera estación de servicio que encontraron. Tomaron el clásico café con tostadas de cacahuete fritas a la cerveza y mermelada, y Billy the Kid, mientras revolvía el descafeinado que aún quedaba en el fondo de la taza, se acordó de su madre, pocas horas antes, cuando en la entrada de la urbanización, y tomada por una belleza que al crío le pareció definitiva, le apretó la cabeza contra su pecho antes de darle un beso. Como cada domingo, Conduce con cuidado, le había dicho al padre después de también besarlo. Dormitaba en la parte trasera de la furgoneta cuando se despertó y, a lo lejos, quieto en el asfalto como un conejo sin camada, paralizado por una incertidumbre que es imán para la soledad, lo vio, un zapato de tacón, marrón quizá por la tierra del desierto, o quizá porque de verdad fuese marrón. Ni 2, ni 4, ni 6, ni 8, ni ninguna otra cifra par.

4
    Pensó que el amor, como los árboles, necesita cuidados. No entendía entonces por qué cuanto más fuerte y robusto crecía el álamo que tenía en sus 70,5 acres, más se venía abajo su matrimonio.

martes, 9 de junio de 2020

Café Gijón

Daban apenas las seis en el reloj de pared del Café Gijón y bullían ya sus veladores. Frecuentaban el local generaciones muy diversas de escritores, algunos destacados y otros advenedizos. La intelectualidad fumaba y transpiraba a aquellas horas de la tarde mientras algunas damas paseaban, en parejas, tomadas por el brazo apenas unos metros más allá. La Castellana era una fiesta... 

–Buenas tardes, Don Benito. No esperaba encontrarlo de nuevo por aquí.
–Hace tiempo que este local no es lo que era. Pero vuelvo, ya lo ve, de tan en tanto. Me puede la nostalgia. Me inspiran estos veladores. La pluma parece que se ensancha en este ambiente. La historia parece que respira aquí. Funciona este café como ese espejo que marcha en el camino. Ya sabe, la novela...
–La novela, don Benito. La novela ya dejó de ser aquello. ¿Leyó lo que le traje la otra tarde?
–¿La otra tarde?
–¿No recuerda? Le dejé unos manuscritos la última vez que estuvo aquí.
–Disculpe, no recuerdo. Pensé de usted que era una camarera, y hasta ahí...

Esta tarde de nuevo está Galdós en el local. Escribe. Escribe entre una hilera de turistas que se acodan en la barra. Fuma detrás de los cristales, me mira con desprecio, ese desprecio. Que una camarera no pueda escribir es algo viejo... Dejo uno más de mis delirios en esta servilleta y me pongo con el friegue.