martes, 17 de marzo de 2020

Matáfora, anáfora, prosopopeya



Vamos a ver algunas figuras literarias y a practicarlas.

Podemos dividir las figuras retóricas en tres grandes grupos:

1. TROPOS: en ellos se sustituye una expresión por otra cuyo sentido es figurado.
 Hipérbole, metáfora, metonimia, sinécdoque, sinestesia.

2. FIGURAS DE DICCIÓN tienen más que ver con el sonido, con el ritmo 
Entre las de repetición están: aliteración, anadiplosis, anáfora, calambur, onomatopeya, paralelismo, polisíndeton, pleonasmo, retruécano 

3. FIGURAS DE PENSAMIENTO: Tienen que ver con el sentido
Entre las de ficción encontramos la prosopopeya o personificación

Veremos hoy una figura de cada grupo: metáfora, anáfora y prosopopeya.

La figura más importante en la poesía es la metáfora, que ya vimos un día en clase. Todo poema es en sí mismo una metáfora.

      la metáfora es etimológicamente un medio de transporte de las palabras: el medio que más lejos desplaza a una palabra, desde un significado real hasta otro evocado.
      El verdadero paso cualitativo que da la metáfora respecto a la comparación es que no se repara ya en las semejanzas entre el término real y el imaginario, sino que de la asociación entre los dos términos surge otro nuevo, distinto: un tercer término donde se funden, inseparables ya, los otros dos.
      Así describe el proceso Ortega y Gasset con el ejemplo la rosa de tu mejilla
Está la mejilla real y está la rosa real. Al metaforizar o metamorfosear la mejilla en rosa es preciso que la mejilla deje de ser realmente mejilla y que la rosa deje de ser realmente rosa. Las dos realidades, al ser identificadas en la metáfora, chocan la una con la otra, se anulan recíprocamente, se neutralizan, se desmaterializan.
La metáfora viene a ser la bomba atómica mental. Los resultados de la aniquilación de esas dos realidades son precisamente esa nueva y maravillosa cosa que es la irrealidad. Haciendo chocar y anularse realidades obtenemos prodigiosas figuras que no existen en ningún mundo salvo en el nuestro.

Su idioma (Natalia Litvinova)
Dios duerme
y nosotros rezamos
sin entender su idioma.
supongo que las cosas suceden
porque también tienen a su dios:
la metáfora.



La anáfora
Es una figura literaria, que consiste en la repetición de una palabra o de varias, al principio de un verso.
La anáfora tiene efectos mágicos en el ritmo del poema. Probad y veréis. Es una buena técnica para hacer bailar las palabras.

Un ejemplo de Iván Rojo:


La cabeza que guardo en el congelador
siempre tiene la misma cara.
No pasa el tiempo por su piel.
Está condenada a ello.
La cabeza que guardo en el congelador
me dice que lo suyo no es vida,
que hasta los peores presos salen al patio,
y me pide que por favor la ponga un rato al sol.
La cabeza que guardo en el congelador
se queja de compartir celda con la comida para gatos,
el arroz tres delicias y las pizzas Hacendado.
Me pide que me cuide y la cuide un poco mejor.
La cabeza que guardo en el congelador
algunas noches canta arias de ópera que jamás he oído.
Su voz fría se vuelve entonces aire cálido.
Da gusto oírla. A veces hasta aplaude algún vecino.
Otros, también es cierto, lloran tras su tabique.
La cabeza que guardo en el congelador
es tan bonita que ciertos días
me sangran los ojos tan solo de mirarla
y tengo que cubrirla con una bolsa de basura.
La cabeza que guardo en el congelador
es tan bonita que de tanto en tanto
no puedo reprimirme y la beso.
Entonces sus labios cianóticos recuperan
por un momento todos los colores de la vida.
La cabeza que guardo en el congelador
se parece aterradoramente a la mía pero
tiene escarcha en las pestañas y los iris azul Neptuno
de quien padece la irreversible ceguera del hielo.
La cabeza que guardo en el congelador
me pide que la alimente de triunfo, calor y sangre.
Que me deje de una vez de escrúpulos.
La cabeza que guardo en el congelador
me dice que podría hacerme el rey del mundo.
Y es muy persuasiva. En una ocasión sucumbí
a sus palabras y quise sustituir por ella la mía.
Con hilo de plata suturé mi herida.
Nadie nunca se dio cuenta.
La cabeza que guardo en el congelador
en el fondo sabe que nunca será
quien podría haber llegado a ser.
Que encarna una tragedia tan grande
como el incendio de Roma,
la caída de las torres gemelas,
la parte trasera de un campo de exterminio,
la última y eterna glaciación.
La cabeza que guardo en el congelador
me insulta, me implora y me maldice
y cuando realmente está tranquila
me pide que tenga compasión
y la meta de una vez en el horno.
Pero no. Yo la guardo porque sé que una mañana
amanecerá descongelada, caerá en sabias manos
y sus sesos serán deliciosa comida para tigres.
Para toda una generación de fieras
cuyas zarpas
deshilacharán el mundo como un ovillo.



Por último, la prosopopeya o personificación:
es una figura retórica que consiste en atribuir cualidades o acciones propias de seres humanos a animales, objetos o ideas abstractas.

En este caso, Berta García Faet lo hace con el deseo


DESEO
Y mujeres que sólo se alimentan de pétalos de rosa
OLIVERIO GIRONDO
and the lovers
pass by, pass by
SYLVIA PLATH
Padres, hermanos, amigos, profesores:
soy un ser de deseo.
No es suficiente el contexto
−yo en el salón, en la bañera, en el cine, en el despacho:
ocupada en las tareas que desubican el deseo−
para lograr acallar este hecho sin espacio:
que, especialmente,
soy un ser de deseo.
En el reino de la astenia y sus panfletos,
en el milenio de la saturación y los cuerpos bellísimos
encerrados en patéticos frasquitos de fobias,
sin tocarse,
yo soy un ser de deseo: bocas entreabiertas,
corazón-voluta.
En el mundo de los helados estanques
de unidades inconmensurables y aisladas del contacto
(cuerpos bellísimos agarrados a maderas,
miedosos de rozar un tobillo,
por si al final se enamoran),
tan-solemne-y-tierna-y-felizmente anuncio
una pulpa de deseo: no puedo salir de Shostakovitch
y me alimento de trompetas y de amores de la infancia
que me encuentro en el metro y de señores-frutas.
Soy un ser de deseo:
1. Sé lo que es una revuelta de hormigas rojas
africanas
por entre las piernas.
2. Sé lo que es llegar a morderse los labios.
3. Sé lo que es decirle, por ejemplo
oh qué interesante
mientras pienso
oh Dios lo que te haría
oh Dios oh Dios en cuanto te descuides
y,
luego,
impondré mi disciplina −y una cierta dulzura−
en tu cuarto ex-templo-de-ver-castamente-películas;
y,
luego,
montaré una fiesta con los que un día fueron míos,
y os haréis buenos amigos, y volveremos todos
a un cierto París básicamente de cuellos.
Porque,
sobre todo,
soy un ser de deseo; y si me muevo por el mundo
es para que engorde, que engorde, que engorde
a mis expensas.
Constantemente paso hambre.
Soy un ser de deseo, caminamos juntos
por mi diagonal de cosas:
algún prodigio, alguna ventana.
Y sólo cuando mi deseo
se ha convertido en una inmensa bola
o en un pichón o conejo obeso y planetario,
lleno de estrías por seguir creciendo
hasta llegar al límite abismal de su volumen posible,
sólo entonces,
cuando su tamaño ya nos resulta plenamente asqueroso,
socialmente nocivo, sentimentalmente molesto,
lo mato
y me lo como.



La idea es que el próximo poema contenga una anáfora, al menos una metáfora y una prosopopeya.

 Si alguien necesita que le dé el pie con la anáfora, que lo diga.






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