lunes, 22 de junio de 2020

"Voy y vengo" y otros. Ejercicio Nº21 (en 4 partes): relato con despedida



Voy y vengo

Llevaba un elegante smoking rojo shocking, black-tie con reflejos de azabache y camisa fulgurantemente blanca con botones de perlas. Se detuvo en la casa de su ex-pareja ahora casada con otro. Quedaba de camino. Golpea y sale ella.

 –Sólo pasaba para saludarte, estoy yendo a mi boda —dice él.
--Gracias, ¿pero? —le responde sorprendida.
--No te preocupes, voy y vengo — y se vuelve al coche.



Las vías del tren

Tenían un Suzuki Alto; casi un micro-car. Pequeño, ágil, económico. Él era gordo pero se sentía cómodo. Igual, nunca viajaban más que ellos dos.

Ella lo tenía calculado: dos horas de intimidad, de inconmensurable placer. Volvería antes que él.
Era la mañana de la Nochebuena, conducía el Alto solo. Iba a buscar un lechón y un cordero que asaría a la noche para la fiesta de Navidad. La granja quedaba a unos 80 km, en la zona rural cercana. Sólo se podían cruar las vías del tren por pasos a nivel.

Ella recibió una llamada que no contestó. Luego otra y otra. Tampoco lo hizo. Vinieron los besos de despedida, los abrazos y el hasta la próxima como siempre: me llamas, ¿no?

Se volvieron a juntar antes de fin de año, ella no quiso hacer el amor. Le dijo que las llamadas de la mañana de Nochebuena habían sido para informarle que un tren había embestido al Suzuki. Su marido había fallecido instantáneamente. El coche había quedado como una lata de sardinas aplastada; los bomberos sacaron trozos del lechón y el cordero junto a los restos de su esposo.
Abrazos apretados, como de condolencia, besos muy húmedos.

Nunca más se vieron.



La terminal de autobuses

Sucedía todos los viernes al atardecer; él la llevaba a la terminal a coger el autobús. Viajaba a un pueblo a 300 km, iba a ver su prometido. El domingo a la noche la recogía a su vuelta en la misma terminal. Pasaban bien la semana. Salían, bebían, se amaban, charlaban animadamente casi sin interrupción. El ritual proseguía. Él se preguntaba qué era aquello. Ella se lo planteó un día.

--Pensaba lo mismo –señaló él—, déjame madurar el tema.

Y prosiguieron los viernes y los domingos. Un viernes ella pareció despedirse de otra forma. 

No volvieron a encontrarse nunca más.



Concierto para piano Nº3 de Prokoffief

La primera obra era una sinfonía de Haydn. Seguía el concierto Nº3 de piano de Prokoffief donde ella era la solista. Terminaba con la Sinfonía Fantástica de Berlioz. Dirigía un director de renombre internacional. Un músico de la sinfónica conocía a ambos. Sólo tocaba en la obra de fondo así que aprovechó para dirigirse al camerino para dar el clásico merde a ella. La puerta estaba entreabierta, apenas golpea y entra. La famosa solista, esposa de su amigo que estaba dirigiendo la 88º de Haydn en ese momento, aguarda la difícil ejecución.

--Perdón … hola y chau. Ahhh, ¡y mucha merde! –dice el músico dándose vuelta rápidamente.

La gran solista le hacía felación a otro amigo, el avisador de escena del teatro.

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